viernes, 25 de junio de 2010

Nos queda...


Es cierto, quizá (solo quizá) que ya toda la poesía esté escrita, es cierto (por cierto) que ya ha sido descrito el paisaje, y elogiada la tarde-noche, que se le ha inventado rostro al arcoíris, y que el lector –mediante Neruda-, idolatra el presentimiento del gato.

Es cierto que hemos conquistado las palestras del sueño, que trascendimos a la imaginación, y penetramos la alcoba de más de uno, que hemos causado llantos, incendios y milagros, es cierto que hemos enamorado, -y nos hemos enamorado-, que hemos mojado las hojas de los libros con preciso destino. La vía láctea hemos concretado, y más de un problema ha quedado resuelto, con un argumento invariable, que pareciese novedoso, pero es la misma táctica y la misma estrategia de Benedetti y de Girondo.

Lunas calientes, metamorfosis, ensayos sobre la ceguera… El tinto y la poesía.

Pero nadie, ningún poeta, ningún cronopio, ni un buen loco podrá escribir la sinfonía de letras, la magia que rodea el espacio de los trazos cortos en la pulcritud de las hojas blancas, el olor vivo de la tinta, la estridencia-consonancia que ejecutan las teclas de las maquinas de escribir. El timbre que indica debe recorrerse.

Y si así fuese, aun quedaría por redactar, aún queda la esperanza de la aporía: Darle fin a una trama, para dormir tranquilo y sonreír satisfecho, saber a donde se marchan los suspiros que comprenden el protocolo de escribir, imaginar quien es quien nos dicta lo que hacemos, quien es quien lo leerá…

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