jueves, 13 de mayo de 2010


Cae la noche con la misma furia que antes y que después, se acuesta sobre las cabezas desnudas de ostentosos sombreros de plumas de quetzal, se acuesta con un misterio delirante en las bancas solitarias de los andadores, y pringue brillos dorados a la siniestra de los amantes, vuelve las pieles de los gatos en los andenes, melancólicas, con aires suburbanos, con aires dulces, y la tristeza es más que eso: Una mescolanza de terrenos maniáticos, la pureza de las amistades es la condena de los que no tenemos fe en nada, pero ello se vuelve participe en el momento que deseamos desde el amanecer.
El preludio es el ocaso en que se disuelven los matices más agrios, pero también la divinidad rosada de algún ser con supremacía irrefutable, pero la noche se me acuesta al ras de los pezones silvestres, y no tengo más remedio que dejarla beber de mis leches, y yo… beber de sus malezas melancólicas y taciturnas, como ayer, como antier… como desde aquel día.

1 comentario:

  1. desde aquel día que te leí por primera vez, de alguna forma las letras fueron dispuestas para tus ojos

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