sábado, 1 de mayo de 2010

Después


Se me quedó impregnado el olor de tu sexo en las entrañas, (antes socavadas por los previos conquistadores de la cúspide del mundo etéreo), y es que hacerlo sin condón es riesgoso, pero la idea de la renuncia a tu anuencia, me sonó desalmada y temporalmente absurda… después vino la catarsis; los acentos rotos, las voces menudas, la marihuana embullando, los ojos lánguidos, después vino el sopor…
Bajé las manos, caminé con las yemas por tus piernas húmedas-cálidas, me encaminé por los confines minados de tus labios voraces, por tus labios de arrabalera de los infiernos benditos.
Se me quedó impregnado el olor de tu sexo en las entrañas, y después de eso… me dieron ganas de fabricar réquiems, de bendecir a los jirones de los que fui despojada a media noche, de no llorar de espanto, y de volver diásporas mis medios orientes, de hacer evocaciones frenéticas con el vapor del té ofrecido durante el acto.
Después vinieron las palabras tartamudas, el temblor inferior, la luna de abrelatas, después las medias rasgadas, después tu boca en mis labios… sí, después vino la despedida.

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