lunes, 10 de enero de 2011

Pasó el tiempo poetas...


Pasó el tiempo de la omisión, poetas, pasó el tiempo del elogio a la flor, y la poesía con sabor a deguste de las mayorías y las altas clases.

Las calles con perfumes de vientos frescos, fueron privilegio de los clásicos, ahora nos resultan sólo mitos, porque esas calles que todos olvidamos y evadimos, luego de reducirlas a la imagen lírica, siempre estuvieron plagadas de niños con infancias robadas, de mujeres con pómulos hinchados no sólo por sangre, si no por silencios obligados, mujeres perseguidas por el signo de la pugna de Eva, por desobediente e imprudente. Ancianas despojadas de la vejez, como inocencias suprimidas.

Pasó el tiempo de tomarnos en serio nuestra filosofía vital, de sentarnos a debatir si dios vive o muere, para echarnos a correr. Hacer caso a nuestros padres, cuando nos dijeron que callados, nos veíamos más bonitos, poetas, estamos olvidando nuestro oficio, y que los brazos de los que ahora llamamos pueblo como ajeno, son los únicos brazos que nos cobijaron, y resistieron nuestro exilio.

No asistimos a los basureros cuando hablamos de basura, ni agradecimos a la puta que pintamos y nos hizo ser artistas, no nos quemó ni un poco el fuego, para hablar de incendios, no padecimos hambre, para decir que la imaginación y el delirio procedían de ella.

Nos excluimos del llanto y la miseria, argumentando que nuestras sensibilidades innatas de poeta, era demasiado finas para soportar saber del mundo sin metáfora y entonces llevados por el arrebato, terminaríamos arrojándonos a las llamas ¿por qué no lo hicimos? poetas.

También fuimos al banco para comprar tinta vendida, y le llamamos banco, aunque supiéramos que no existía, y que había algo en su fuerza extraña, que aplastaba a los que un día decidieron darnos su soplo último de aliento y pan, para que nuestras letras dieran cuenta de sus voces ya frágiles, para que sus latidos no fueran extirpados con las tierras que más tarde –sabían- robaría el Estado.

Nos acostumbramos a hacer legítimo al presidente al espurio y a su gabinete, y a llevar cambio en los bolsillos para los que también llamamos pobres, con la displicencia que recordábamos de Rosario, la misma del nocturno.

Poetas, estamos olvidando nuestro oficio, estamos olvidando que los ejércitos de juguete de los poderosos, usan balas verdaderas que se explotan en los cuerpos de los inconformes y en las Helenas y los Ulises que pecaron de niños e inocentes. Poetas, no fuimos paridos por distinta estirpe a la del obrero, ni tenemos protección especial. Somos tan falibles e inexactos como la hora a la que el sol se oculta. Pero, poetas, si poetas nos decimos, no podemos ocultarnos en la trinchera de la cobardía-egolatría, en las universidades, cafés, bares… en nuestras comunas y cavernas de intelectuales, esas, que tanto nos han viciado y alejado de la poesía.

Poetas, si poetas nos decimos, no podemos hincarnos, ni podemos golpear la mano que ya nos está dictando que el viento en México huele a pólvora.

1 comentario:

  1. Poetas, es hora de romper el silencio del lenguaje. Demostrar que el origen de la poesía es el grito, la risa, el llanto, el gemido, la caricia. Cambiar el pensamiento inactivo, por creación activa. Dejar de elogiar nuestros estilos de vida precarios y pernicoso, y tomar en nuestras manos un futuro que hemos dejado a los amos de papel y sus ejércitos de juguete.
    Muy buen texto Mujer de Fuego, escúchame aplaudirte.

    ResponderEliminar