
Amantes de otoño.
Él es el culpable,
de un par de mis llantos,
ni su acento
ni su alfabeto comprendo.
Pero su tiple y su voz me sugieren,
su tinta no se disculpa,
ni reverencia a figura cotidiana
su tilde no se opaca o desvanece
Él es grande y seductor,
él cuenta con algo que yo no,

a los que me gusta enamorar.
Sabines no es indulgente
ante las de mala reputación,
o los ojos fálicos.
Sabines es un señor que no conozco,
pero cuyo aliento
ha dejado mi habitación
impregnada de escenas oníricas,
recovecos de ansiedad en mis senos,
ese hombre que no deja de ser niño,
y por ende de
ser
fascinante.
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