martes, 30 de marzo de 2010

El sueño fue una verdadera epifanía, si mi matriz menuda y cansada no puede tener una hija más, pues lo que queda es que ese ser sea concebido y parido por vos. ¿Imposible? Y no, no puedo creer que en ese cuerpo tan pródigo en espacio no haya lugar para albergar a una pequeña o a dos, puestos en peticiones, mejor unas gemelas que una nena. Podríamos buscar un lugar cercano a tu columna vertebral, o tal vez sería mejor que aniden en tu hemisferio izquierdo; así el parto sería más sencillo. Me bastaría con partirte la cabeza para que surgieran nuestras niñas como modernas Ateneas. Lo único que tendríamos que cuidar es que al momento de nacer no pisaran tu delicado tejido cerebral.

En éste sueño, me veía esperándote surgir de la tierra. Con la ilusión de un oso volador en mi corazón, no perdía la esperanza de que aparecieras al terminar la noche, con ese lindo sombrero gris y tus botas verdes, viejas y rotas. Al verte corría, trepaba hasta tus labios y después de un dulce beso te decía quedo al oído- Buen día cielo, me siento con ganas de hacerte una niña sin más tardar.

Abriendo esos hermosos ojos castaños preguntaste -¿Tú a mí?

-¿Y porqué no? Apuesto un fin de semana en mí casa a que serías el mejor padremadre del mundo. Además, ¿no crees que unas niñas tan especiales como Carlota y Zoey deberían tener una concepción única en la historia de la humanidad?

Aceptabas que mi lógica era contundente y sin más, comenzábamos la aventura.

Desafortunadamente, en ese momento las ranas que habitan mi cabeza comenzaron a croar de un modo infernal que no tuve más remedio que despertarme. Ojala esas malditas alimañas hubieran tenido rotas las cuerdas vocales, al menos por unas horas, así te podría decir si logré preñarte en sueños o no.


José Luis Ortiz Camargo de las letras y Carolina.

1 comentario:

  1. Señorita, yo a usted la amo y la necesito, somos hermanos de las letras, hermanos de sangre, Te amo, flaquita

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