sábado, 3 de julio de 2010

Oscar y los capulines

Hablaba con los pájaros, como quien mantiene charlas

incansables con un buen amigo.

Comía capulines, y los huesitos

enterraba en los orificios de las paredes purulentas, haciendo un

mosaico, que pretendía

después tomara vida, y se volviera un bosque tropical, un paisaje

inclinado que le alegrara el seño a los

transeúntes.

S

e

llama Oscar, tiene once años y

los dientes podridos, los cabellos le cubren el rostro y me habla por

mi nombre; hace preguntas que nunca se responder –porque nunca son concretas- sueña, y le pido

que lo siga haciendo, porque dentro de poco, no lo hará más.

Deberá trabajar el doble, comenzará a usar las drogas de su madre, ser un maniquí de carne y hueso del destino que él no ha

elegido.

No aprenderá a leer; y es un alivio porque de ese modo, no imaginará paisajes, que no podrá tocar, no aprenderá a

escribir y esa condición lo ayudará, pues sus hijos no sufrirán al saber

que las carencias también se heredan del padre. La

estrategia de saber que dios existe, será su suporte para lidiar con el hambre.

No hablará de temas que no sabe, y tampoco le fallará al patrón al delatarlo de sus actos fraudulentos, ni se sabrá

explotado no le fallaré a la hora de condenarle, porque las cargas que el soporta en el lomo, no las

cargan ni entre dos.

Se levantará a la misma hora, todos los días de su vida, a soportar el flagelo y la cuarta más gruesa y más

infame que el látigo se cuenta azotó a Jesucristo.

Nunca sabrá a

quien se le ocurrió la estupidez de decir “pienso y luego existo”, para pensar se necesita

alimento, que el no tiene, y cuando lo tiene lo multiplica más del doble de la reproducción del pan y los peces, en trabajo, -para el no habrá tiempo de pensar-, eso es para los ricos.

Oscar morirá pasado el tiempo, en el empeño de que sus capulines germinen en la pared de la esperanza.

2 comentarios:

  1. se que entenderas la ausencia de palabras despues de leerte...
    mis ojos se hicieron más triste
    te quiero mi Carol

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  2. A veces pasa que me quedo sin palabras y me consume el silencio de las letras. Pero ¿quién dijo que pensar era para los ricos? Un día un buen niño me preguntó, con toda la acertibidad del mundo ¿oye tu estudias filosofia? Y yo le contesté que sí, y me dijo ¿y la filosofía qué es? Le dije que no sabía y por eso valia la pena estudiarse. Y me dijo ¿entonces la filosofía estudia todas las cosas dificiles que nadie sabe que son y para qué sirven? Le contesté que sí. Preguntó finalmente ¿y les enseñan a jugar? Y yo le dije que no, porque los libros nos quitan las ganas de poner capulines es las paredes, de saltar la cuerda y de tomar leche tibia. ¿Y qué haces para no estar triste? Me preguntó al ver mi rostro ese niño que vendia chocolates en una esquina. Escribo poesía le dije. Me dijo... dime un poema. Y yo le contesté: Cuando era pequeño como tu, estaba seguro que él sol me seguía. El sonrió y rió, y el fue el quien me dijo ese día un poema.

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