
Duerme muerte, duerme que ya tienes resguardo.
Duerme muerte, que las nanas te canta una nación que bebe llanto y que amanece noche, que toda invocación y plegaria fueron sepultadas y nadie tuvo tiempo de elevar.
Duerme muerte, duerme que las negruras crecen y que las madres de los muertos, te lavan los domingos el delantal y las balas, para que te duermas. Acurrucada en sus senos lechosos que te ofrecen, que esas madres ya no tienen hijos, y de sus nombres, sólo tienen el tuyo como recuerdo.
Duerme muerte que palpitas con las aguas y las tierras, que respiras agitada porque en México no hay descanso para tu paso, duerme tus sobresaltos que asaltan y tu mala hora.
Duérmete muerte y cose a tu almohada y a tu cinto los nombres de los que te legitimaron como política para que no termines por dejar los huesos y las flores de cementerio como juguetes a los niños que nacieron condenados a tu sombra.
Obra pictórica de Eugène Delacroix (1798-1863)
La muerte de Sardanápalo (1827-1828) |
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